Historias de reportero

La pirinola de Los Cabos: todos ponen
Carlos Loret de Mola

LOS CABOS, BCS.— Christine Lagarde lucía tranquila. Siempre elegante. Era domingo y el sol estaba como para rendirse ante él. La directora gerente del Fondo Monetario Internacional se quitó la formalidad, pero no la elegancia: se puso el traje de baño que nadie vio porque lo cubría una asombrosa bata bordada en seda color arena abotonada del cuello hasta los muslos.
A sus 56 años de edad, la espigada mujer de pelo plateado caminó por los pasillos del hotel Sheraton, por las albercas y hasta la playa. Atrapó las miradas de quienes, de traje y corbata, asistían a alguna reunión previa a la inauguración formal del foro. “¡Es Lagarde!”, se escuchaba en varios idiomas. Una figura con figura. Luce guapa y tiene porte. No toma alcohol, es vegetariana, le encanta bucear y en su juventud fue del equipo nacional de nado sincronizado de Francia.
Una participante del G-20 se le intentó acercar. Un hombre —luego me dijeron que era su pareja, el empresario de Marsella, Xavier Giocanti— extendió el brazo y la alejó con mala cara: “Ahorita no”. La funcionaria mexicana le aclaró que no era reportera, que sólo quería saludarla. La francesa se detuvo, conversó y reparó con carisma la grosería.
“Me hace bien caminar en la arena porque me acaban de operar de la rodilla, de los meniscos”, me dijo con naturalidad unas horas después, ya en traje de financiera internacional y a punto de encender las cámaras para la entrevista. Si el domingo lucía radiante, ayer martes todavía más.
Había incertidumbre sobre si lo iban a lograr. El secretario de Hacienda, José Antonio Meade; su subsecretario, Gerardo Rodríguez Regordosa, y su equipo habían trabajado intensamente para lograr una meta: que de la cumbre del G-20 en Los Cabos emanara el compromiso de los países miembros de respaldar con 430 mil millones de dólares al Fondo Monetario Internacional para que pueda rescatar países en peligro.
No sabían si lo conseguirían, sobre todo porque China no había definido si pondría dinero y cuánto —si coopelaba… o cuellos, dirían—. El domingo por la mañana, en la reunión bilateral entre los presidentes chino y mexicano definieron que sí aportarían… pero no le pusieron número: se estaban guardando sus fichas para la negociación frente a las otras naciones.
China terminó soltando 43 mil millones de dólares. México puso 10 mil. Brasil, India y Rusia otros tantos. Doce naciones aumentaron sus aportaciones al fondo contingente para alcanzar 456 mil millones de dólares.
Madame Lagarde estaba feliz. Se va de Los Cabos con una bazuca —así le llama el presidente Calderón a la recaudación para el FMI— de un calibre aun mayor al que aspiraba. Y además, disfrutó la playa, la comida, el océano.
SACIAMORBOS
Al final de la entrevista me preguntó de un buen sitio para bucear. Improvisé: el Mar de Cortés, le cité que su extinto compatriota Jacques Cousteau le llamaba “el acuario del mundo” y quizá ya hoy esté explorando atmósferas abajo para festejar lo que consiguió y relajarse para lo que viene.

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