Sartori en el debate mexicano

Alberto Aziz Nassif

La reciente presencia de Giovanni Sartori en México generó un interesante oleaje en el debate sobre las reformas al sistema político. Las opiniones de uno de los politólogos más prestigiados y reconocidos a nivel internacional tienen el componente de una fuerte autoridad moral. Además, Sartori habló ampliamente sobre la política mexicana, trató varios de los temas claves que están en la agenda legislativa y, por supuesto, en la opinión pública. Muchas generaciones de estudiosos sobre la política nos hemos formado con los trabajos de Sartori. Su amplia obra tiene varios momentos, en una primera parte más de corte académica, como Teoría de la democracia y Partidos y sistemas de partidos, y en una segunda fase más reciente, una serie de ensayos: La tierra explota, La sociedad multiétnica, El homo videns, además de varios textos sobre los modelos constitucionales, como Ingeniería constitucional comparada. Todas estas herramientas hacen de Giovanni Sartori uno de los autores vivos más importantes en el campo de la ciencia política y explican las razones de su merecido doctorado honoris causa que le otorgó la UNAM.
Sartori tiene obras de diferentes calibres y profundidades, pero siempre mantiene un orden de razonamiento muy estricto. En sus intervenciones, conferencias y entrevistas, el politólogo florentino lanzó tesis importantes que nutren el debate mexicano. Sobre algunas puede haber más acuerdo o consenso, por ejemplo, dijo que el antiguo sistema hegemónico presidencial, dirigido por el PRI, está completamente muerto. Es un presupuesto inicial que lleva diversas interpretaciones: en cierto sentido ese sistema ya no está, pero todavía arrastramos como país varias inercias que siguen vivas, como la presencia de actores y relaciones de poder que no que siguen vivas, a pesar de que su peso específico haya cambiado, como las estructuras del viejo corporativismo; tenemos amplias zonas de impunidad que se resisten a la acción de la justicia; hay territorios públicos que permanecen en la oscuridad y no han podido ser transparentados; grandes empresas que operan con perfiles de monopolio y que se han impuesto a una débil regulación estatal. Estos temas seguirán en la discusión pública porque forman parte de las inercias y problemas que es necesario transformar para que México pueda consolidar su accidentado proceso democrático.
Sartori se ubica en el debate mexicano con mucho sentido de la oportunidad y plantea que las actuales iniciativas de reforma del Estado, reformas constitucionales, son muy ambiciosas. Se da el lujo de ironizar la pretensión de los legisladores y de algunos políticos, que han ideado una ley para hacer la reforma del Estado, acción que califica como una desmesura, como promesas que serán incumplidas. Sin embargo, no deja la vía de las reformas, pero se concentra en unas cuantas: las reformas que permitan al Presidente y al Congreso una mejor convivencia y gobernabilidad. Por ejemplo, darle al Ejecutivo poder de veto en partidas específicas, como una forma de equilibrar a un Presidente sin mayoría en el Congreso. Para el parlamento hace dos propuestas, una es la reelección de diputados y senadores para profesionalizar el trabajo legislativo, para evitar, dice Sartori, que los legisladores estén unos años y se la pasen buscando otro trabajo. La otra, es una crítica a los sistemas mixtos de representación, mayoría relativa y representación proporcional, sobre lo cual señala que se trata de un mal sistema porque la parte proporcional permite que haya partidos «enanos» que permanentemente van a chantajear a los partidos grandes. Tiene una opinión positiva sobre la segunda vuelta.
Desde tiempo atrás considero, junto con muchos otros, que la reelección de los legisladores tendría más beneficios que perjuicios, porque permitiría la profesionalización legislativa, además, podría cortar uno de los nudos de las partidocracias, que es la designación de las candidaturas sin una participación de la ciudadanía. Entre los argumentos negativos se ha planteado que la reelección abre la posibilidad de un enquistamiento de la clase política. El veto parcial del Presidente sería una herramienta positiva que permitiría tener espacios más equilibrados y fluidos para la negociación. El tema de la segunda vuelta es una figura que se necesita discutir. Muchos países la tienen y las fórmulas para su aplicación son variadas. Incluso algunos analistas han planteado que si hubiéramos tenido esa segunda vuelta, el conflictito electoral de 2006 se hubiera resulto de mejor forma. Sin embargo, en estos momentos en donde el tema de abaratar los procesos electorales parece ser una prioridad, la segunda vuelta es una medida que puede encarecer las elecciones mexicanas, lo cual gravita en su contra. Con estas reformas, según Sartori, México podría tener un presidencialismo eficaz.
Sartori hizo una defensa de la Constitución de 1917. Afirmó que México tiene una excelente carta magna que debe preservar. Resulta curioso que si el postulado inicial es que el viejo sistema ha muerto, es decir, que una buena parte de las reglas constitucionales que le daban racionalidad a ese sistema siguen vigentes, no se admita como posibilidad hacer cambios constitucionales más allá de algunos temas puntuales. ¿De qué forma se podría poner México al día si su Constitución, que ha sido reformada cientos de veces, no incorpora el perfil institucional de una democracia moderna?
Esta opinión nos recuerda la vieja disputa mexicana que tiene dos tesis: una es que en México el problema no son las reglas, sino que no se aplican o se violan impunemente, lo que se conoce como la diferencia entre el país legal y el país real; y la otra es que además de la violación de la ley, existe un problema de diseño de las reglas que necesitan reformas. Se necesita que lo real y lo legal formen una unidad, para lo cual es necesario que las reglas no escritas dejen de operar y el país tenga un estado de derecho con plena vigencia, lo cual implica pasar por una profunda reforma del Estado.
Coincidimos con Sartori que señala: «instituciones y constituciones no pueden hacer milagros. Pero difícil será que tengamos buenos gobiernos sin buenos instrumentos de gobierno».
Investigador del CIESAS

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