EL OBISPO /Glendobeth Gutiérrez Castrejón

Los feligreses levantaron la voz, principalmente quienes le conocen y desde luego quienes le aprecian por alguna razón, el prelado estaba en calidad de desaparecido, nadie sabía nada de él, los rumores empezaron a circular en las redes sociales, conforme pasaron los días, surgieron distintas hipótesis que a nivel municipal, estatal, nacional y mundial, empezaron a ser escudriñadas.

Don Salvador Rangel Mendoza (https://tinyurl.com/4rcy86yp), quizá no sea una réplica fidedigna de los libertadores don Miguel Hidalgo y Costilla o de don José María Morelos y Pavón, pero su voz ha sido secundada por propios y extraños, que lo han visto como defensor de causas nobles y desde luego que también la han defenestrado, quienes de una u otra manera piensan distinto a él.

Habrá quienes duden de su persona, pero no quienes le conocen de muchos años, es el caso de sus familiares, de sus amistades, de quienes le trataron en las escuelas y el seminario, de quienes atestiguaron su ordenación sacerdotal, de quienes estuvieron en sus primeras misas, de sus correligionarios, de quienes gracias a sus gestiones han sido escuchados.

Sobre lo que se ha sabido, quienes creen en su buen proceder, cuestionan sobre si lo sucedido fue una manipulación de hechos, pensada y ejecutada por seres que de una u otra manera, se han visto afectados por su ministerio pastoral, con miras a desacreditar su trabajo pasado, reciente y futuro, aunque tengan que crucificarlo a la vista del pueblo.

Hay gente que razona sobre si lo exhibido como evidencia es real o sembrado y sobre que tanto es vida privada y que tanto es vida pública, respecto a la primera, “el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”, en cuanto a la segunda, espero que el juicio sea menos severo, al que se ha hecho a los impunes que han fregado a los mexicanos desde el poder público municipal, estatal y federal.

Si sobre lo acontecido hubo interesados en hacerle daño, los guerrerenses, los mexicanos y el mundo, tenemos que reflexionar, que además de atentarse contra la dignidad de un líder, se hizo contra un ser humano, contra el corazón de quienes han obtenido de su labor importantes gestiones y si esto fuera poco, también se metieron con el clero y esto no creo lo pase por alto el Episcopado Mexicano, ni la Santa Sede, en donde está el sucesor de San Pedro.

La duda persiste sobre si lo acontecido se trata de una “difamación” calculada maquiavélicamente, para disminuirle la autoridad moral que para muchos tiene y con ello frenar su vocación pastoral, o si con lo acontecido pusieron en marcha la “caja china”, mencionada en la película “La dictadura perfecta”, para distraer la atención sobre otros acontecimientos que afectan al pueblo.

Si el obispo es culpable, rendirá cuentas ante quien corresponda, pero si hubo rufianes deseosos de verle como árbol caído y hacerle leña de él, quizá se salven de la justicia de los hombres, pero en el cielo tendrán presente, que atentaron contra un ministro de la Iglesia Católica, Apostoliza y Romana, con alguien que recibió como misión, anunciar y establecer en todos los pueblos, el reino de Dios…

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