A ESTRIBOR /Juan Carlos Cal y Mayor /Por la libertad

La caída del muro de Berlin el 9 de noviembre de 1989 representó no solo la reunificación alemana, sino en términos simbólicos, el fin y por ende el fracaso del modelo socialista. En la URSS, Mijaíl Gorbachov, impulsó la Glasnost y la Perestroika lo que provocó el colapso final del sistema socialista y la desintegración de la Unión Soviética en repúblicas independientes. En Polonia con Lesch Walesa se formó el primer sindicato independiente del gobierno conocido como “solidaridad” y llegó a la presidencia en 1990.

EL FIN DE LA HISTORIA
Toda esa serie de sucesos fueron los que para Francis Fukuyama en su famoso ensayo “El fin de la historia” representaron el fin de la lucha de ideologías con un mundo final basado en una democracia liberal que se impuso tras el final de la Guerra Fría. Atrás quedó el criminal legado de Stalin y los millones de muertos victimas de la represión de un régimen totalitario que en sus orígenes ofreció el paraíso socialista de la igualdad social y económica inspirados en la doctrina marxista-leninista.

El otro pasaje terrorífico fue el de la ideología gemela -más allá de las distinciones teóricas- que fue el comunismo-maoista en China cuyo modelo también autoritario y represor, costó también decenas de millones de vidas, tanto por la persecución y asesinato de disidentes, como por la hambruna producto de las malas decisiones económicas de un personaje cuyo culto a la personalidad rebasó los límites de la razón, tanto que hoy se le sigue venerando cuando debió pasar al olvido como algo que no debe repetirse.

LIBERALISMO
A finales de los 90s los liderazgos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan fueron determinantes para lograr esos cambios y solo quedaron resabios de esa lucha ideológica pretextada para preservar regímenes autoritarios como el de Cuba. Rusia, pero sobre todo China, entraron de lleno al capitalismo, pero no a la democracia liberal. Son capitalismos autoritarios y es así que han abatido la pobreza de manera significativa. China se ha convertido en el nuevo poderío económico mundial mientras que Rusia mantiene su hegemonía militar.

En la medida en que muchos países se abrieron al mercado y entraron a la globalización, mejoraron notablemente sus condiciones de vida. Está probado que, a mayor apertura económica, mayor riqueza incluso distributiva. El gran reto es hacerlo en democracia, entendida esta como la vigencia de aquellos mecanismos institucionales que generan contrapesos y equilibrio para evitar la concentración del poder y el respeto a los derechos humanos universales que es lo que conocemos como las garantías individuales. Es decir, no solo la libertad económica, sino la libertad de expresión, de prensa, de asociación, de creencias, de tránsito, de propiedad y la lucha contra el racismo, la homofobia y la discriminación por razones de género o condición social.

Millones de seres humanos han mejorado sus condiciones de vida en las últimas décadas. La revolución tecnológica ha socializado muchos de estos beneficios, pero no ha sido suficiente en sociedades aspiracionales que consideran que la concentración de la riqueza es una ofensa mientras persista la pobreza.

Y es que el capitalismo y la democracia liberal no tienen como propósito una sociedad igualitaria y armónica como la que pregona el socialismo y el comunismo. Los seres humanos no aspiramos a ser iguales porque lo que hace feliz a unos no hace feliz otros. Pero es ahí que, como una expresión dentro de las democracias, retoman embozadamente fuerza las ideas de una izquierda arcaica que dista mucho de la socialdemocracia que ha madurado en Europa. Representan el regreso a un pasado probadamente fracasado. La vuelta al estatismo en manos de una pandilla de individuos que secuestran las libertades y empobrecen a las mayorías para someterlas. Son los caballos de Troya de la democracia. Llegan por esa vía para destrozarla.

CONTRA LA DEMOGOGIA
Es esa la nueva batalla que el liberalismo debe enfrentar. Marlene Moleón nos dice que “El socialismo es el largo y tortuoso camino que va del capitalismo al capitalismo.” Las lecciones de la historia no son suficientes a pesar del probado fracaso de las izquierdas cuando sientan sus reales en el poder. En mi opinión son solo coartadas. Facinerosos y demagogos que venden la esperanza de un mundo mejor y vaya que lo logran, pero solo para ellos. El populismo de izquierda representa el nuevo rostro del fascismo. Nuestras izquierdas en América Latina, son los alfiles encubiertos del totalitarismo que nos ha impuesto su narrativa intolerante a la discrepancia y no podemos permitirlo.

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